El acuerdo de París llega seis años tarde

Era de esperar. Como dije en anteriores entradas, con las negociaciones de alto nivel todo puede pasar, y ha pasado. Los líderes mundiales aplaudieron el sábado un acuerdo que llega por lo menos seis años tarde. Mientras los expertos y la población demandaban un acuerdo universal, ambicioso y vinculante, las negociaciones no han podido ir más allá del primer ítem, universal.

Pensaba que este post sería una reflexión sobre el grado de compromiso, analizando el objetivo de reducción de emisiones, su impacto sobre el aumento de temperatura global y el nivel de compromiso en ayudar a los países más desfavorecidos. Pero al final, como por arte de magia, han desaparecido todas la referencias numéricas y por tanto pocas reflexiones se pueden hacer al respecto.

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Sí, no está mal conseguir un acuerdo global en el que involucrar a todos o la mayoría de países Seguramente es por sí mismo ya un logro pocas veces conseguido, pero no es suficiente. Cierto es que puede ser un primer paso de algo realmente importante, pero ese camino se debería haber empezado antes.

Visto con perspectiva, es cierto que soy ventajista. Creo que este debería haber sido el Acuerdo de Copenhague, año 2009. Si algo se podía criticar del Protocolo de Kyoto, 2008-2012, era la falta de universalidad y, por tanto, conseguirla debería haber sido uno de los objetivos prioritarios del periodo post 2012. Ahora, año 2016, nos encontramos con un acuerdo lleno de buenas palabras pero con un panorama bastante incierto y huérfanos de objetivos cuantificables y vinculantes. Por convicción u obligados por las circunstancias, se ha priorizado la universalidad y la flexibilidad ante la vinculación y la ambición.

Carlos Alonso

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